domingo, 7 de octubre de 2012

Agua Bendita


Juan Martín di Lernia fue durante 20 años el cura isleño. Hoy, sigue bajo su luz, la feligresía de la Isla Martín García y celebra ceremonias en distintas capillas del Delta de Tigre. Tiene 52 años y desde los 24 ejerce, en Tigre, el Ministerio Sacerdotal. En 1982 se acercó al Delta y desde aquel entonces siempre estuvo ligado a las islas. Un resumen de su vida.




¿Cómo fueron tus inicios en la Isla?
En 1982 hubo una gran inundación en el Delta, recuerdo que los camalotes venían por el río Paraná desde el litoral, tapando arroyos del bajo Delta y el Río de la Plata. A comienzos del 83 se acercó a la Iglesia una directora de escuela del Arroyo Merlo del Delta entrerriano, recuerdo que se llamaba Elsa Colicho. Me contó que tenían el agua metida en las quintas desde hacía cuatro meses y que la gente no podía trabajar con la madera que era su fuente de trabajo. Muchos alumnos de su escuela estaban en su casa y en otra vivienda lindera al establecimiento. El Gobierno no se había hecho cargo del problema y la gente estaba desesperada.

¿Y qué pasó?
Nos metimos al agua, podríamos decir…. Empezaron las visitas al lugar y luego organizamos colectas de alimentos y con un grupo de jóvenes empezamos a trabajar. Los isleños más castigados estaban en la tercera sección de islas, en San Fernando y por ese lado empezó la ayuda. Para ese tiempo el Paranacito estuvo inundado casi un año, llegó a salir en la tele imágenes de gente con el agua hasta el cuello. Éramos uno 20 misioneros recorriendo casa por casa llevando ropa y todo era una desolación, la gente no podía ni vender su madera ni el mimbre. Nosotros hicimos base en la Escuela 34 de Arroyo Borches y la Dirección de Transporte fluvial nos facilitaba las lanchas escolares para movernos y nosotros costeábamos el gas oil para los recorridos. Se fue dando una relación muy linda de confianza y amistad con todas las familias. Tanto es así que una vez superada la emergencia, seguimos yendo 10 años más al Borches.

¿Y ese espíritu solidario quedó de alguna manera impregnado en la gente?
Sí y todo eso que se gestó de alguna manera dura hasta hoy. Al tiempo, un grupo de vecinos del arroyo Naranjo se unió para formar una comisión y recuperar la vieja escuela abandonada que funcionaba en ese arroyo. Estaba muy destruida y ya la naturaleza la había tapado. Le propusieron al Municipio de San Fernando si podían recomponerla y usarla como capilla. Y es al día de hoy que sigue funcionando como tal.

¿Después de esto te convertiste, por decantación, en el cura isleño oficial?
Para esa época todavía los Jesuitas estaban en el Delta. De hecho, desde el año 1916 había una misión del Colegio del Salvador de Buenos Aires afincada en el Delta. Tengo muy presente al último sacerdote que estuvo durante 20 años en las islas, fue el Padre Nicolás Mihalevich que vivía en la Capilla Nuestra Señora del Rosario, ubicada en el Paraná Miní. No sé cuántos años tendría pero ya estaba viejito y enfermo por lo que me pidió ayuda en la tercera sección. Y ahí empezó diría formalmente mi sacerdocio, en el año 1984. A esa zona me dediqué hasta 1998. 

¿Cómo es ser cura en isleño?
En esos 10 años organizamos la Misión en 20 lugares del Delta donde una vez por mes se reunía a la comunidad de arroyos linderos a las capillas para la Misa y actividades en general que hacíamos con los isleños. Llegamos a tener dos lanchas de 40 pasajeros cada una para ayudar con los traslados a las reuniones. Recuerdo que una la habíamos reciclado, se llamaba La Concepción; y había servido durante 30 años para transportar a los alumnos de la Escuela Parroquial del Arroyo Abra Vieja. La otra, en cambio, la San Ignacio; la habíamos construido en el astillero Jiménez de Benavídez.

¿Y pasabas el día en cada lugar?
Sí. Después de la Misa venía la mateada y la charla en donde se tocaba cualquier tema. Luego, almuerzo a la canasta o un guiso o un asado y si venían  jóvenes de los grupos misioneros se hacía un fogón; y ahí sí: folclore con canto y baile incluido. Y ya a la tarde partidito de fútbol…

¿Jugabas?
Ja!… El cura también jugaba, aunque decían que daba con todo!JaJa… Y finalmente a eso de las cinco de la tarde emprendíamos la vuelta dejando a cada uno de los vecinos en sus casas. Y más o menos tipo 20 horas llegábamos a Dique Lujan a guardar las embarcaciones. 

En Delta no hay plazas y mucho pasa por estos lugares de sociabilización como puede ser una escuela o una capilla….
Sí, es así. Son lugares posibles para hacer vida social. Y para en mi caso misionar. En las escuelas además de lo educativo se realizan actividades de todo tipo, entre ellas, si la directora autoriza, la preparación de los niños para la primera comunión y confirmación. En unas 20 escuelas se permitía dicha actividad, por lo tanto había que visitarlas cada tanto, conseguir alguna maestra o mamá que hiciera de catequista y llevar adelante la formación de los niños y jóvenes. Días misionando y durmiendo en la lancha.....

Uf!.. dormir en una lancha… imagino esto con estos primeros fríos…..
Dormir en la lancha implicaba tener como techo a la infinidad de estrellas que se ven en el Delta. Te cuento de una vez que me acuerdo siempre: los jueves solía celebrar misa en Martín García, a las 19, y luego me quedaba a dormir allí. Pero un jueves debía volver a Tigre pero el río estaba muy complicado esa noche y me varé. Era julio: poca luna, mucha bruma y agua baja, una mezcla perfecta. Cuando sentí el encallamiento no me quedó otra que preparar la cama!! …. Así que tomé unos vasitos de licor que siempre tenía en la lancha además de la colchoneta y a la bolsa de dormir: Dormí hasta las seis de la mañana. Otras tantas veces solo amarraba en algún muelle solitario del delta y hacíamos con alguno de los que me acompañaba una fritanga con un tintito para pasar el frío. Son recuerdos permanentes de esa agua bendita que me permitió conocer a una comunidad isleña maravillosa.

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