lunes, 20 de agosto de 2012

Gato Blanco, el muelle del buen comer

Gato Blanco, el muelle del buen comer



A la boca le deben todo. A raíz de ella y del arte del buen comer se le sumó, con el tiempo, el arte de la comunicación y los comensales una vez satisfechos, retirados y ya con la panza ricamente llena transmitieron con el “boca en boca” los manjares de este restaurante isleño. Se llama Gato Blanco y está sobre el río Capitán, sinónimo de la grandeza que es ese emprendimiento para el lugar. “Es así como nos hicimos conocidos, de a poco con lo que la gente iba diciendo una vez que nos visitaron, estamos en un lugar que no es una vidriera, hasta aquí han llegado miles de turistas tanto locales como extranjeros desde infinidad de lugares”, comparte Marcelo Oliveira, dueño junto a su hermano Ricardo. Escarba su memoria y recuerda que una vez unos turistas mexicanos llegaron con una servilleta del restaurante que tenía el nombre del mozo que los había atendido la vez anterior. Hospitalidad isleña le dicen por estos pagos. Comensales internacionales como Richard Gere, Matt Damon, Ricardo Montaner o Joan Manuel Serrat, entre tantos otros, han podido degustar un aristocrático bife bien ancho de chorizo. Y tierno.

Pero antes de llegar a la coartada dónde se esconde el sabor, el Delta cautiva con su vastedad salvaje y natural que le pide al turista el retrato fotográfico para el recuerdo. El viaje dura aproximadamente 50 minutos y la lancha se mete por ríos que son generalmente transitables por su calado. Pero el factor tiempo es una variable que a la mañana cuándo los hermanos se levantan saben cómo vendrá el negocio al mediodía: “Si llueve sale shopping y en la isla estamos solos”, grafica Marcelo en referencia a los turistas. Gato Blanco abre solamente al mediodía todos los días del año. “Nosotros siempre estuvimos vinculados a Tigre, mi padre cuando vino de Portugal vivió desde chiquito hasta los 7 años acá en la isla. Luego se instaló en la estación fluvial de Tigre dónde actualmente sigue trabajando un puesto de comidas rápidas”, rememora Ricardo. En el año 1984, intrépidos, se decidieron a comprar como inversión ese caserón del que quedan algunos vestigios en sus nobles maderas y en el hogar a leña que calienta el húmedo invierno isleño. “Siempre se barajó la posibilidad de colocar un restaurante ya que había muy pocos y cuando nos metimos, estábamos nadando en algo muy grande: hubo que hacer movimientos de tierra y dragados para rellenar y levantar el terreno”. En aquel año de vientos democráticos el primero que los recibió fue justamente un gato blanco. Al año la vejez mató su séptima vida y los hermanos Oliveira entendieron que ya tenían el nombre por el que su emprendimiento se haría famoso. Se inauguró a fines de noviembre de 1986. La cocina es clásica tradicional, con pescados, mariscos, pastas y parrilla.

Para 2004 el éxito acompañaba lo que había nacido como una inversión sin destino cierto y los hermanos dieron el batacazo construyendo un poderoso deck con grandes sombrillas dónde solamente allí pueden almorzar 200 personas. El viento y el sol pasaron a ser protagonistas del almuerzo también. A su vez continuó el salón interior como alternativa ya que allí hay capacidad para otras 200 personas más. “Estar en contacto con la naturaleza, en un ambiente al aire libre fue muy bien recibido por el público”. El Gato Blanco también ofrece un amplio verde para hacer una caminata relajante y a veces algunos tienen la posibilidad de ver algún fanático del lugar que llegó hasta allí en helicóptero. La máquina descansa y los chicos berrean alrededor de ella aunque la sorpresa también está asegurada para mayores. Los otros, los que tienen embarcación propia llegan con sus lanchas y algunos con cruceros que fondean frente al restaurante para que un valet parking recoja a los pasajeros. Para cuando llega el perfume del final, a la despedida aun le queda el coletazo del viaje de vuelta en lancha pero ahora la mirada se pierde con el silencio del que se siente satisfecho.



Gato Blanco es sinónimo del Delta. "Si hubiera una propuesta para abrir una sucursal en el continente ya no sería Gato Blanco", se sincera Marcelo. Gato Blanco, en definitiva, es una pincelada de color en el exuberante verde del Delta.

Cómo llegar
Desde  Buenos Aires, son alrededor de 30 km a Tigre por ruta Panamericana, acceso Tigre hasta estación Fluvial. En la estación fluvial de Tigre está el stand número 3 del Gato Blanco dónde informarse. Lanchas colectivas: salidas días de semana: 11.30, 12.45 y 14.15 y tardan 50 minutos aproximadamente. Fines de semana y feriados: salidas cada media hora a partir de las 11 hasta las 15 horas. Regresos: días de semana: 14 horas y 15.15, 16 y 17 horas.  Y fines de semana y feriados los regresos son a partir de las 14.30 cada una hora hasta las 17.30. 

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