A la boca le deben todo. A raíz de ella y del arte del
buen comer se le sumó, con el tiempo, el arte de la comunicación y los
comensales una vez satisfechos, retirados y ya con la panza ricamente llena
transmitieron con el “boca en boca” los manjares de este restaurante isleño. Se
llama Gato Blanco y está sobre el río Capitán, sinónimo de la grandeza que es
ese emprendimiento para el lugar. “Es así como nos hicimos conocidos, de a poco
con lo que la gente iba diciendo una vez que nos visitaron, estamos en un lugar
que no es una vidriera, hasta aquí han llegado miles de turistas tanto locales
como extranjeros desde infinidad de lugares”, comparte Marcelo Oliveira, dueño
junto a su hermano Ricardo. Escarba su memoria y recuerda que una vez unos
turistas mexicanos llegaron con una servilleta del restaurante que tenía el
nombre del mozo que los había atendido la vez anterior. Hospitalidad isleña le
dicen por estos pagos. Comensales internacionales como Richard Gere, Matt Damon,
Ricardo Montaner o Joan Manuel Serrat, entre tantos otros, han podido degustar
un aristocrático bife bien ancho de chorizo. Y tierno.
Pero antes de llegar a la coartada dónde se esconde el
sabor, el Delta cautiva con su vastedad salvaje y natural que le pide al
turista el retrato fotográfico para el recuerdo. El viaje dura aproximadamente
50 minutos y la lancha se mete por ríos que son generalmente transitables por
su calado. Pero el factor tiempo es una variable que a la mañana cuándo los
hermanos se levantan saben cómo vendrá el negocio al mediodía: “Si llueve sale
shopping y en la isla estamos solos”, grafica Marcelo en referencia a los
turistas. Gato Blanco abre solamente al mediodía todos los días del año.
“Nosotros siempre estuvimos vinculados a Tigre, mi padre cuando vino de
Portugal vivió desde chiquito hasta los 7 años acá en la isla. Luego se instaló
en la estación fluvial de Tigre dónde actualmente sigue trabajando un puesto de
comidas rápidas”, rememora Ricardo. En el año 1984, intrépidos, se decidieron a
comprar como inversión ese caserón del que quedan algunos vestigios en sus
nobles maderas y en el hogar a leña que calienta el húmedo invierno isleño. “Siempre
se barajó la posibilidad de colocar un restaurante ya que había muy pocos y
cuando nos metimos, estábamos nadando en algo muy grande: hubo que hacer
movimientos de tierra y dragados para rellenar y levantar el terreno”. En aquel
año de vientos democráticos el primero que los recibió fue justamente un gato
blanco. Al año la vejez mató su séptima vida y los hermanos Oliveira
entendieron que ya tenían el nombre por el que su emprendimiento se haría
famoso. Se inauguró a fines de noviembre de 1986. La cocina es clásica
tradicional, con pescados, mariscos, pastas y parrilla.
Para 2004 el éxito acompañaba lo que había nacido como
una inversión sin destino cierto y los hermanos dieron el batacazo construyendo
un poderoso deck con grandes sombrillas dónde solamente allí pueden almorzar
200 personas. El viento y el sol pasaron a ser protagonistas del almuerzo
también. A su vez continuó el salón interior como alternativa ya que allí hay
capacidad para otras 200 personas más. “Estar en contacto con la naturaleza, en
un ambiente al aire libre fue muy bien recibido por el público”. El Gato Blanco
también ofrece un amplio verde para hacer una caminata relajante y a veces
algunos tienen la posibilidad de ver algún fanático del lugar que llegó hasta
allí en helicóptero. La máquina descansa y los chicos berrean alrededor de ella
aunque la sorpresa también está asegurada para mayores. Los otros, los que
tienen embarcación propia llegan con sus lanchas y algunos con cruceros que
fondean frente al restaurante para que un valet parking recoja a los pasajeros.
Para cuando llega el perfume del final, a la despedida aun le queda el coletazo
del viaje de vuelta en lancha pero ahora la mirada se pierde con el silencio
del que se siente satisfecho.
Gato Blanco es sinónimo del Delta. "Si hubiera
una propuesta para abrir una sucursal en el continente ya no sería Gato
Blanco", se sincera Marcelo. Gato Blanco, en definitiva, es una pincelada
de color en el exuberante verde del Delta.
Cómo llegar
Desde Buenos
Aires, son alrededor de 30 km a Tigre por ruta Panamericana, acceso Tigre hasta
estación Fluvial. En la estación fluvial de Tigre está el stand número 3 del
Gato Blanco dónde informarse. Lanchas colectivas: salidas días de semana:
11.30, 12.45 y 14.15 y tardan 50 minutos aproximadamente. Fines de semana y
feriados: salidas cada media hora a partir de las 11 hasta las 15 horas.
Regresos: días de semana: 14 horas y 15.15, 16 y 17 horas. Y fines de semana y feriados los regresos son
a partir de las 14.30 cada una hora hasta las 17.30.
No hay comentarios:
Publicar un comentario